sábado, 3 de julio de 2021

Folklore, cultura, arte y el papel del artista en el ámbito universitario

 


1.5. Folklore, cultura, arte y el papel del artista en el ámbito universitario

 

Renato Bullón Velásquez[1]

 

Algunos alcances sobre el folklore

En la década del 60 José María Arguedas, uno de los amautas peruanos y maestro popular, escribió un artículo sobre el folklore para esclarecer lo que muchos equivocadamente entendían por esta palabra, así, aclaró las degeneraciones que al respecto aparecían sobre el carácter de las tradiciones y costumbres, propias de la creación popular. Dichas degeneraciones se atrevían a catalogar a cualquier elemento, creado de manera vulgar, equivocada y bajo parámetros inaceptables como folklore, también catalogaba de esta misma manera a la creación moderna que adoptaba algunos elementos mal entendidos como tradicionales. No puede considerarse a algo actual como tradicional, la creación moderna por más que trate de asemejarse a la creación de antaño, a la creación añeja, a aquella que ha tomado vigor durante siglos no tiene punto de comparación debido a que han sido generados en contextos totalmente distintos y tienen por ende una connotación política e ideológica claramente diferenciadas, las cuales han permitido la sobrevivencia en el tiempo de determinadas ideas, parámetros, objetivos, formas y estilos de vida, lenguaje, cosmovisión, etc. Pero las otras, la creación moderna –valiosa o  no– no necesariamente resistirá el devenir histórico y con el pasar de los años tiende a desaparecer. Ademas, el folklore es aquel conocimiento tradicional no científico que se ha transmitido de generación en generación hasta nuestros días.

El folklore ha sido definido como el saber tradicional de las clases populares desde inicios del siglo pasado. Sin embargo, con el desarrollo de la antropología y la etnología se hizo necesaria la aclaración de lo que es folklore. En este sentido José María Arguedas nos menciona lo siguiente:

 “El folklore estudia, de modo general, las artes tradicionales de cualquier pueblo; y muy particularmente, sus cuentos, leyendas, danzas y canciones” (Arguedas José María 1988: 81).

Y continúa diciendo:

“…el folklore, como ciencia, no se puede aprender sino en las universidades e institutos especiales, mientras que la sabiduría folklórica no puede aprenderse sino tradicionalmente; de viva voz, “por boca”, por explicación oral, por imitación. El folklore es el arte del pueblo. El folklore, asi con mayúscula, es la ciencia que estudia ese arte popular” (Arguedas José María 1988: 83)

Así, podemos inferir, desde la opinión de José María Arguedas, dos acepciones acerca del folklore: Una, la ciencia y la otra, los saberes no científicos de carácter artístico – cultural. Asimismo, como nos dice el amauta, el folklore nos permite tener mayor y mejor claridad acerca de la existencia de nuestro pueblo evitando un “análisis frio y simplemente técnico”. Además, es un “elemento valiosísimo para el conocimiento de la historia social de nuestro pueblo y de su realidad social contemporánea” (Arguedas José María 1988: 83). Asi, notamos la importancia del termino y del conocimiento del mismo. Sin embargo, notaremos que hablar de las artes tradicionales implica hablar de tradición.

El profesor Efraín Morote Best también concibe al folklore en sus dos acepciones antes planteadas por José María Arguedas. Como ciencia y como conocimiento tradicional. Veamos.

“…el folklore es un sector específico de las ciencias histórico – sociales que busca determinar las leyes del surgimiento, desarrollo y extinción de las tradiciones populares” (Morote Efraín 1990)

El profesor ayacuchano muestra una importante atención a los conceptos de tradición y pueblo para poder definir tradición popular. Reconoce, en primer lugar, que el hombre es una suerte de contradicciones y se desenvuelve junto con estas de manera inminente e inevitable, como todo, se disputa entre lo nuevo y lo viejo. Lucha por la adquisición y desarrollo de lo nuevo y desecho o conservación de lo viejo. Así, para el profesor la tradición es producto de este escenario histórico complejo y contradictorio. Veamos:

“La tradición no viene a ser otra cosa que el producto de tales contradicciones; el remanente de un proceso en el que, por causas determinables – si no ya no determinadas –, algo viejo mereció conservarse, mientras otro algo se desechaba y otro algo se adquiría” (Morote Efraín 1990).

Podríamos percibir en ambos autores algunas diferencias. Mientras el primero habla de arte tradicional popular, el segundo, menciona la tradición popular. Sin embargo, debemos notar que no existe una contradicción entre lo planteado por ambos intelectuales, por lo contrario, existe una concatenación de sus términos debido a que la tradición popular se ha mantenido y sostenido en gran medida por medio de las actividades artístico culturales que corresponden a las definiciones de ambos intelectuales y que permiten comprender la función del folklore como ciencia y como saber popular tradicional.

Además, es necesario comprender el contexto de cada uno de los autores citados. Para los años 60 José María Arguedas fue un pionero en los estudios acerca del folklore y de la profundización de este, por ende, los aportes que dió al respecto han sido de suma importancia. En el contexto de Efraín Morote Best existían mejores condiciones para comprender el folklore debido a que ya había avances sobre el tema lo cual le permitió su mayor profundización y entendimiento (esto no quita para nada que el antropólogo –el profesor Efraín– ha sido un esforzado investigador de esta rama del conocimiento, por lo contrario, ha sido una de las mentes que mejor a sistematizado lo que es el folklore).

 

El folklore, la cultura popular y el arte

 

José María Arguedas nos dice:

como la palabra folklore es usada por mucha gente… hemos pensado que conviene ofrecer en unos breves artículos el significado de este vocablo, creemos que con estas informaciones el público podrá juzgar mejor la música, los bailes y otras manifestaciones artísticas populares que se les ofrecen como folklóricas” (Arguedas José María 1988: 81).

Hay tres cosas que diferenciar en los planteamientos de José María Arguedas. Primero, que él no desdeña la creación moderna, actual, presente, siempre y cuando esta se encuentre en uno de sus desarrollos más altos y no sea una mera copia, una degeneración artística o una vil patraña. Segundo, pide y exige no confundir esta creación presente con la tradición que se ha mantenido por años y siglos y que ha permitido conocer y comprender, en su esencia, el fondo de la psicología y la visión popular que en términos políticos es un objetivo de vida, una noción de futuro. Tercero, Arguedas también menciona, como de suma importancia, la necesidad de entender al folklore, vale decir como el conjunto de relaciones sociales que han perdurado en el tiempo y como la ciencia que estudia estas formas de existencia tradicionales.

En la actualidad se profundiza poco sobre la tradición popular. Por parte de intelectuales y artistas existe poco interés por conocer las características y raíces sociales, económicas y políticas del término y de las formas en que se manifiesta (claro está que existen claras excepciones). No existe una preocupación por los sucesos que los motivaron a existir por el contexto en el que sus creadores, con sufrimiento o no, los realizaron.

Así, el folklore es parte de un bagaje cultural construido en un largo, tedioso y contradictorio proceso de gesta, pero lo tradicional no tiene un carácter moderno, corresponde a un proceso distinto, a un proceso anterior. ¿Cómo podemos juzgar a las expresiones artísticas actuales, las formas de organización popular modernas, entre otros tantos elementos que corresponden a sentimientos y acontecimientos contemporáneos? La cultura es, en términos generales, el conjunto de valores o la forma de vida que adopta una determinada sociedad en un determinado momento histórico. Pero en una sociedad que se encuentra dividida en clases sociales solo encontraremos valores o formas de vida que correspondan a estas clases sociales. La lucha de clases no es un designio caprichoso, es por el contrario una realidad objetiva. Existe la cultura de las clases dominantes que oprime, embrutece, degenera y aliena y la cultura de las clases dominadas que resiste, concientiza, crea y promueve el desarrollo. Vemos, por ejemplo, que la alienación consiste “en que el ser humano pierde… o carece de la conciencia necesaria para explicarse científicamente la problemática religiosa, moral, artística, política, jurídica, educativa, natural, social y filosófica” (Lora Cam José 1975: 108); así, notamos desde ya, las características propias del carácter que tiene la cultura dominante.

El filósofo liberal Stuart Mill nos dice: “en el lugar que exista una clase dominante, la moral pública derivara de los intereses de esa clase, así como de sus sentimientos de superioridad” (Mill Stuart 2011: 20). La cultura dominante corresponderá siempre a la clase social que tenga el poder, en función de sus ideales e intereses, adoptará formas y matices diversos, pero tendrá la misma esencia.

La cultura de los sectores dominados es la cultura del pueblo, de ese conjunto de clases sociales que se encuentran en una situación de desventaja económica, social y política debido a que no son dueñas de los medios de producción o en el mejor de los casos los medios de producción que poseen no son útiles para su desarrollo económico social. En ese sentido podemos catalogar a este tipo de cultura como cultura popular, la cual se caracteriza por “el conjunto de valores más o menos democráticas y socialistas de las masas explotadas y oprimidas en contraposición con la cultura burguesa (o en nuestro caso, feudal-burguesa) dominante, que busca la perpetuación de sus ventajas basadas en la injusticia social y que con tal propósito, utiliza, con idéntico denuedo, el pupitre o la cátedra, la tribuna o el confesionario, el pulpito o el libro, el periódico o la televisión, el soborno o el asesinato” (Morote Best Efraín 1987).

Pero, ¿existe una relación entre el folklore y la cultura popular? Si, el folklore, como tradición popular, es decir, como las formas de existencia generadas por los sectores populares en tiempos pasados y que se mantienen hasta la actualidad, es la base de la cultura popular. La cultura popular adopta los elementos democráticos del folklore, contextualizándolos en un momento histórico planteándolos en contraposición a los valores antidemocráticos que evitan el desarrollo de los sectores populares. En ese sentido, pueden existir diversas expresiones artísticas (el arte es parte intrínseca de la cultura) que al adoptar una posición a favor de los sectores populares, es arte popular. La única diferenciación al respecto de este es advertir si es un arte tradicional o un arte contemporáneo, pero todo arte contemporáneo tiene -como ya lo hemos señalado- su base en el arte tradicional.

El arte popular es, en estricto, un arte con nuevo contenido, un arte que promueve conciencia acerca de la realidad, que difunde la problemática social, que busca inquietar el espíritu individual para que busque y luche por el progreso colectivo. Mariátegui nos menciona: “ninguna estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de técnica. La técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también” (Mariátegui José 1959:18).

Pero el arte tiene un ejecutor: el artista. Este no deja de ser un elemento dinámico en la sociedad, por ende cumple un papel importante ya que es una de las esferas sociales de vital importancia para el hombre. El artista no deja de ser un intelectual y un trabajador, que por el papel que cumple debe comprender la realidad, estar en ella e interpretarla, para luego darla a conocer mediante la expresión artística que este desarrolle. El arte popular refleja la realidad desde la capacidad y condición del artista en beneficio de los sectores vulnerados, induciéndolos a organizarse y a fortalecer esta organización. Pero el artista está condicionado por su medio social y por las decisiones que tome en este, por ejemplo: “Rafael, como todo artista, ha sido condicionado por los progresos técnicos del arte, llevados a cabo antes de él, por la organización de la sociedad y de la decisión del trabajo en su país, y finalmente por la división del trabajo en todos los países con los que el suyo estaba en relaciones” (Marx y Engels 1946: 65).

El artista popular, por ende, no debe ser ajeno a esta organización o las luchas que estos sectores populares emprenden; para comprender la realidad, el artista debe estar inmiscuido en ella.

 

El papel del artista en la universidad

La universidad cumple la función de ser difusora de la cultura y promotora del desarrollo social y nacional, canaliza el conocimiento científico y enarbola principios como la libertad de expresión y de pensamiento, la autonomía universitaria y el cogobierno, que son conocidos desde la reforma de Córdova y que progresivamente se han elevado mediante procesos de luchas que en la década del 60 y 70 del siglo pasado han tenido sus más grandes avances al luchar por la gratuidad de la enseñanza como parte del derecho a la educación. La universidad, en ese sentido debe ser nacional, científica y democrática.

La universidad tiene un carácter democrático burgués; esta, como parte de la educación, en la actualidad pasa por un proceso de privatización y de elitización, no se apertura a las clases populares, por lo contrario, existen sectores docentes antiestudiantiles (los cuales responden a intereses de sectores dominantes fuera de la universidad) que se coluden y pugnan el control de la universidad pública y son fieles aplicadores de las políticas estatales. Vemos, por ejemplo, la nueva ley universitaria de carácter privatista y corporativa que se ha implementado en la universidad y que es dañino para los intereses populares.

¿Qué debe hacer el artista en la universidad? En primer lugar, el artista o trabajador del arte debe ser consciente de la realidad conflictiva en la que vive y tiene que sentar posición. Además, debe entender que él es un estudiante como todos los demás y que forma parte del movimiento estudiantil. Cumple, por ende, una dinámica de estudiante – artista y ha de esforzarse en el trabajo que realice para cumplir con dicha dinámica como tal.  Dada esta condición podemos plantear lo siguiente:

1.       El artista popular que es parte del movimiento estudiantil debe establecer su posición al lado de las luchas estudiantiles y de lo que ello implique. En la etapa actual el movimiento estudiantil se encuentra en proceso de articulación y fortalecimiento, no obstante, aún es débil. El artista (estudiante - artista) debe ser consciente de la realidad que lo rodea y por ende de la situación del movimiento estudiantil y su papel debe estar en función de la difusión de estas problemáticas mediante las expresiones artísticas que desarrolle, dando propuestas, buscando promover la participación y el respaldo de las bases estudiantiles. Al respecto, César Vallejo nos dice: “el espíritu revolucionario congénito del artista no puede eludir, como esencia temática de sus creaciones, los problemas sociales, políticos y económicos… la sensibilidad del artista, sensible por excelencia y por propia definición, no puede sustraerse a ellos” (Vallejo César 1973: 122).

2.       Debe promover los principios clasistas y los principios de la universidad pública, tales como la unidad en base a la lucha, la crítica y autocrítica, la independencia de los estudiantes, la autonomía universitaria, el cogobierno, la libertad de expresión y de pensamiento, la defensa y conquista de derechos y la vinculación de la universidad con el pueblo.  El maestro Luis G. Lumbreras aporta: “bien hará la universidad en abandonar institucionalmente los claustros y ligar su actividad con las masas” (Lumbreras Luis 2014: 17).

3.       El artista, como estudiante y como ser consciente de la problemática universitaria, no niega su rol de movilizador y organizador, debe promover el fortalecimiento del movimiento cultural universitario que pueda tener una respuesta contundente ante la arremetida de los valores o planteamientos que atente contra la organización estudiantil y popular. Veamos: “el arte no es un fin en sí mismo. Cuando la vida es poderosa no convierte al arte en un ídolo si no en un arma para sí, para su crecimiento y desarrollo” (Lunacharski Anatoli 1968: 83).  En ese sentido, el arte es un medio y no un fin en sí mismo. Como medio debe servir para generar y fortalecer las formas de organización más elevadas.

4.       Debe luchar contra las formas artísticas y culturales que imperan en el ámbito universitario y extrauniversitario que no corresponden a los valores culturales del pueblo. “la mayor influencia de los modelos culturales y valores morales proviene de los centros imperialistas, cuyo camino de penetración comienza por la burguesía nativa, traspasa las capas medias y con frecuencia, llega hasta las capas populares” (Domínguez José 2007: 25). Lo anteriormente citado puede aplicarse muy bien en lo referente al arte, es necesario enarbolar la defensa del arte popular y de los elementos democráticos, las ansias de progreso y los valores morales de los sectores populares.

5.       Al ser un país retrasado económica y socialmente, subordinado a las potencias extranjeras, es necesario que se eleven consignas nacionales y antiimperialistas. En el plano artístico esto implica revalorar, defender, reivindicar y desarrollar la cultura nacional, conociéndola, difundiéndola, y dotándole de elementos que puedan contribuir en el proceso de concientización. Asimismo, es necesario “conocer las tradiciones populares de la costa, sierra y selva, fundamentalmente de las clases populares del Perú y del mundo” (Acevedo David 2015: 12). Esta premisa es indispensable para no caer en un chovinismo insensato que políticamente hablado es sectarismo. El artista debe tomar los elementos folklóricos como base de su trabajo para contribuir al desarrollo nacional y que no excluya a otras expresiones que bien podrían ser útiles para un trabajo popular, tanto dentro como fuera de la universidad.

 

Hasta aquí se han dado algunos alcances generales del folklore, la cultura popular, el arte, el artista y el papel que este cumple en el ámbito universitario para aporte al movimiento popular mediante el movimiento universitario en general y del movimiento estudiantil en específico.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

ESTUDIOS

Arguedas Altamirano, José María                     Breve antología didáctica, Lima 1988.

Carlos Marx y Federico Engels                        Sobre la literatura y el arte, La Plata 1946.

Izúa Domínguez, José                                      Arte y cultura: raíces nacionales y asimilaciones, Lima 2007.

Lora Cam, José f. w.                                        El marxismo – leninismo – maoísmo, Lima 1975.

Lunacharski, Anatoli Vasilievich                      Las artes plásticas y la política en la Rusia revolucionaria, Barcelona 1969.

Mariátegui, José Carlos                                   El artista y la época, Lima 1959.

Morote Best, Efraín                                         Pueblo y universidad, Lima 1990.

Mill, Stuart                                                      Ensayo sobre la libertad, Barcelona 2011.

Vallejo, César Abraham                                   El arte y la revolución, Lima 1973.

 

REVISTAS Y ENTREVISTAS

Acevedo David                                               La cultura y el papel del artista en la universidad. En: resplandores (Lima) nº 12. 2015.

Lumbreras, Luis Guillermo                              Cultura popular, modernidad y universidad. En: revista peruana del pensamiento marxista (Lima) nº 2. 2014.

Morote Best, Efraín                                         Cultura popular, cultura andina y tradiciones populares. En: cambio (Lima) s/n 1987.

 

 


 



[1] Trabajador social por la UNMSM.

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