1.5. Folklore, cultura, arte y el papel del artista en el
ámbito universitario
Renato Bullón Velásquez[1]
Algunos alcances sobre el folklore
En
la década del 60 José María Arguedas, uno de los amautas peruanos y maestro
popular, escribió un artículo sobre el folklore para esclarecer lo que muchos
equivocadamente entendían por esta palabra, así, aclaró las degeneraciones que
al respecto aparecían sobre el carácter de las tradiciones y costumbres,
propias de la creación popular. Dichas degeneraciones se atrevían a catalogar a
cualquier elemento, creado de manera vulgar, equivocada y bajo parámetros
inaceptables como folklore, también catalogaba de esta misma manera a la
creación moderna que adoptaba algunos elementos mal entendidos como
tradicionales. No puede considerarse a algo actual como tradicional, la
creación moderna por más que trate de asemejarse a la creación de antaño, a la
creación añeja, a aquella que ha tomado vigor durante siglos no tiene punto de
comparación debido a que han sido generados en contextos totalmente distintos y
tienen por ende una connotación política e ideológica claramente diferenciadas,
las cuales han permitido la sobrevivencia en el tiempo de determinadas ideas,
parámetros, objetivos, formas y estilos de vida, lenguaje, cosmovisión, etc.
Pero las otras, la creación moderna –valiosa o
no– no necesariamente resistirá el devenir histórico y con el pasar de
los años tiende a desaparecer. Ademas, el folklore es aquel conocimiento
tradicional no científico que se ha transmitido de generación en generación
hasta nuestros días.
El
folklore ha sido definido como el saber
tradicional de las clases populares desde inicios del siglo pasado. Sin
embargo, con el desarrollo de la antropología y la etnología se hizo necesaria
la aclaración de lo que es folklore. En este sentido José María Arguedas nos
menciona lo siguiente:
“El folklore
estudia, de modo general, las artes tradicionales de cualquier pueblo; y muy
particularmente, sus cuentos, leyendas, danzas y canciones” (Arguedas
José María 1988: 81).
Y
continúa diciendo:
“…el folklore, como ciencia, no se puede aprender
sino en las universidades e institutos especiales, mientras que la sabiduría
folklórica no puede aprenderse sino tradicionalmente; de viva voz, “por boca”,
por explicación oral, por imitación. El folklore es el arte del pueblo. El
folklore, asi con mayúscula, es la ciencia que estudia ese arte popular”
(Arguedas José María 1988: 83)
Así,
podemos inferir, desde la opinión de José María Arguedas, dos acepciones acerca
del folklore: Una, la ciencia y la otra, los saberes no científicos de carácter
artístico – cultural. Asimismo, como nos dice el amauta, el folklore nos
permite tener mayor y mejor claridad acerca de la existencia de nuestro pueblo
evitando un “análisis frio y simplemente
técnico”. Además, es un “elemento
valiosísimo para el conocimiento de la historia social de nuestro pueblo y de
su realidad social contemporánea” (Arguedas José María 1988: 83). Asi, notamos la importancia del
termino y del conocimiento del mismo. Sin embargo, notaremos que hablar de las
artes tradicionales implica hablar de tradición.
El
profesor Efraín Morote Best también concibe al folklore en sus dos acepciones
antes planteadas por José María Arguedas. Como ciencia y como conocimiento
tradicional. Veamos.
“…el folklore es un sector específico de las
ciencias histórico – sociales que busca determinar las leyes del surgimiento,
desarrollo y extinción de las tradiciones populares”
(Morote Efraín 1990)
El
profesor ayacuchano muestra una importante atención a los conceptos de tradición
y pueblo para poder definir tradición
popular. Reconoce, en primer lugar, que el hombre es una suerte de
contradicciones y se desenvuelve junto con estas de manera inminente e
inevitable, como todo, se disputa entre lo nuevo y lo viejo. Lucha por la adquisición
y desarrollo de lo nuevo y desecho o conservación de lo viejo. Así, para el
profesor la tradición es producto de este escenario histórico complejo y
contradictorio. Veamos:
“La tradición no viene a ser otra cosa que el
producto de tales contradicciones; el remanente de un proceso en el que, por
causas determinables – si no ya no determinadas –, algo viejo mereció
conservarse, mientras otro algo se desechaba y otro algo se adquiría”
(Morote Efraín 1990).
Podríamos
percibir en ambos autores algunas diferencias. Mientras el primero habla de
arte tradicional popular, el segundo, menciona la tradición popular. Sin embargo,
debemos notar que no existe una contradicción entre lo planteado por ambos
intelectuales, por lo contrario, existe una concatenación de sus términos
debido a que la tradición popular se ha mantenido y sostenido en gran medida
por medio de las actividades artístico culturales que corresponden a las
definiciones de ambos intelectuales y que permiten comprender la función del
folklore como ciencia y como saber popular tradicional.
Además,
es necesario comprender el contexto de cada uno de los autores citados. Para
los años 60 José María Arguedas fue un pionero en los estudios acerca del
folklore y de la profundización de este, por ende, los aportes que dió al
respecto han sido de suma importancia. En el contexto de Efraín Morote Best
existían mejores condiciones para comprender el folklore debido a que ya había
avances sobre el tema lo cual le permitió su mayor profundización y entendimiento
(esto no quita para nada que el antropólogo –el profesor Efraín– ha sido un
esforzado investigador de esta rama del conocimiento, por lo contrario, ha sido
una de las mentes que mejor a sistematizado lo que es el folklore).
El folklore, la cultura popular y el arte
José
María Arguedas nos dice:
“como la palabra folklore es usada por mucha
gente… hemos pensado que conviene ofrecer en unos breves artículos el
significado de este vocablo, creemos que con estas informaciones el público
podrá juzgar mejor la música, los bailes y otras manifestaciones artísticas
populares que se les ofrecen como folklóricas” (Arguedas José María 1988:
81).
Hay
tres cosas que diferenciar en los
planteamientos de José María Arguedas. Primero, que él no desdeña la creación
moderna, actual, presente, siempre y cuando esta se encuentre en uno de sus
desarrollos más altos y no sea una mera copia, una degeneración artística o una
vil patraña. Segundo, pide y exige no confundir esta creación presente con la
tradición que se ha mantenido por años y siglos y que ha permitido conocer y
comprender, en su esencia, el fondo de la psicología y la visión popular que en
términos políticos es un objetivo de vida, una noción de futuro. Tercero,
Arguedas también menciona, como de suma importancia, la necesidad de entender
al folklore, vale decir como el conjunto de relaciones sociales que han
perdurado en el tiempo y como la ciencia que estudia estas formas de existencia
tradicionales.
En
la actualidad se profundiza poco sobre la tradición popular. Por parte de
intelectuales y artistas existe poco interés por conocer las características y
raíces sociales, económicas y políticas del término y de las formas en que se
manifiesta (claro está que existen claras excepciones). No existe una
preocupación por los sucesos que los motivaron a existir por el contexto en el
que sus creadores, con sufrimiento o no, los realizaron.
Así,
el folklore es parte de un bagaje cultural construido en un largo, tedioso y
contradictorio proceso de gesta, pero lo tradicional no tiene un carácter
moderno, corresponde a un proceso distinto, a un proceso anterior. ¿Cómo
podemos juzgar a las expresiones artísticas actuales, las formas de
organización popular modernas, entre otros tantos elementos que corresponden a
sentimientos y acontecimientos contemporáneos? La cultura es, en términos
generales, el conjunto de valores o la forma de vida que adopta una determinada
sociedad en un determinado momento histórico. Pero en una sociedad que se
encuentra dividida en clases sociales solo encontraremos valores o formas de
vida que correspondan a estas clases sociales. La lucha de clases no es un
designio caprichoso, es por el contrario una realidad objetiva. Existe la
cultura de las clases dominantes que oprime, embrutece, degenera y aliena y la
cultura de las clases dominadas que resiste, concientiza, crea y promueve el
desarrollo. Vemos, por ejemplo, que la alienación consiste “en que el ser humano pierde… o carece de la
conciencia necesaria para explicarse científicamente la problemática religiosa,
moral, artística, política, jurídica, educativa, natural, social y filosófica”
(Lora Cam José 1975: 108); así, notamos desde ya, las características propias
del carácter que tiene la cultura dominante.
El
filósofo liberal Stuart Mill nos dice: “en
el lugar que exista una clase dominante, la moral pública derivara de los
intereses de esa clase, así como de sus sentimientos de superioridad” (Mill
Stuart 2011: 20). La cultura dominante corresponderá siempre a la clase social
que tenga el poder, en función de sus ideales e intereses, adoptará formas y
matices diversos, pero tendrá la misma esencia.
La
cultura de los sectores dominados es la cultura del pueblo, de ese conjunto de
clases sociales que se encuentran en una situación de desventaja económica,
social y política debido a que no son dueñas de los medios de producción o en
el mejor de los casos los medios de producción que poseen no son útiles para su
desarrollo económico social. En ese sentido podemos catalogar a este tipo de
cultura como cultura popular, la cual
se caracteriza por “el conjunto de
valores más o menos democráticas y socialistas de las masas explotadas y
oprimidas en contraposición con la cultura burguesa (o en nuestro caso,
feudal-burguesa) dominante, que busca la perpetuación de sus ventajas basadas
en la injusticia social y que con tal propósito, utiliza, con idéntico denuedo,
el pupitre o la cátedra, la tribuna o el confesionario, el pulpito o el libro,
el periódico o la televisión, el soborno o el asesinato” (Morote Best
Efraín 1987).
Pero,
¿existe una relación entre el folklore y la cultura popular? Si, el folklore,
como tradición popular, es decir, como las formas de existencia generadas por
los sectores populares en tiempos pasados y que se mantienen hasta la actualidad,
es la base de la cultura popular. La cultura popular adopta los elementos
democráticos del folklore, contextualizándolos en un momento histórico planteándolos
en contraposición a los valores antidemocráticos que evitan el desarrollo de
los sectores populares. En ese sentido, pueden existir diversas expresiones
artísticas (el arte es parte intrínseca de la cultura) que al adoptar una
posición a favor de los sectores populares, es arte popular. La única
diferenciación al respecto de este es advertir si es un arte tradicional o un
arte contemporáneo, pero todo arte contemporáneo tiene -como ya lo hemos
señalado- su base en el arte tradicional.
El
arte popular es, en estricto, un arte con nuevo contenido, un arte que promueve
conciencia acerca de la realidad, que difunde la problemática social, que busca
inquietar el espíritu individual para que busque y luche por el progreso
colectivo. Mariátegui nos menciona: “ninguna
estética puede rebajar el trabajo artístico a una cuestión de técnica. La
técnica nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también” (Mariátegui
José 1959:18).
Pero
el arte tiene un ejecutor: el artista. Este no deja de ser un elemento dinámico
en la sociedad, por ende cumple un papel importante ya que es una de las
esferas sociales de vital importancia para el hombre. El artista no deja de ser
un intelectual y un trabajador, que por el papel que cumple debe comprender la
realidad, estar en ella e interpretarla, para luego darla a conocer mediante la
expresión artística que este desarrolle. El arte popular refleja la realidad
desde la capacidad y condición del artista en beneficio de los sectores
vulnerados, induciéndolos a organizarse y a fortalecer esta organización. Pero
el artista está condicionado por su medio social y por las decisiones que tome
en este, por ejemplo: “Rafael, como todo
artista, ha sido condicionado por los progresos técnicos del arte, llevados a
cabo antes de él, por la organización de la sociedad y de la decisión del
trabajo en su país, y finalmente por la división del trabajo en todos los
países con los que el suyo estaba en relaciones” (Marx y Engels 1946: 65).
El
artista popular, por ende, no debe ser ajeno a esta organización o las luchas
que estos sectores populares emprenden; para comprender la realidad, el artista
debe estar inmiscuido en ella.
El papel del artista en la universidad
La
universidad cumple la función de ser difusora de la cultura y promotora del
desarrollo social y nacional, canaliza el conocimiento científico y enarbola
principios como la libertad de expresión y de pensamiento, la autonomía
universitaria y el cogobierno, que son conocidos desde la reforma de Córdova y
que progresivamente se han elevado mediante procesos de luchas que en la década
del 60 y 70 del siglo pasado han tenido sus más grandes avances al luchar por
la gratuidad de la enseñanza como parte del derecho a la educación. La
universidad, en ese sentido debe ser nacional, científica y democrática.
La
universidad tiene un carácter democrático burgués; esta, como parte de la
educación, en la actualidad pasa por un proceso de privatización y de
elitización, no se apertura a las clases populares, por lo contrario, existen
sectores docentes antiestudiantiles (los cuales responden a intereses de
sectores dominantes fuera de la universidad) que se coluden y pugnan el control
de la universidad pública y son fieles aplicadores de las políticas estatales.
Vemos, por ejemplo, la nueva ley universitaria de carácter privatista y
corporativa que se ha implementado en la universidad y que es dañino para los
intereses populares.
¿Qué
debe hacer el artista en la universidad? En primer lugar, el artista o
trabajador del arte debe ser consciente de la realidad conflictiva en la que
vive y tiene que sentar posición. Además, debe entender que él es un estudiante
como todos los demás y que forma parte del movimiento estudiantil. Cumple, por
ende, una dinámica de estudiante – artista y ha de esforzarse en el trabajo que
realice para cumplir con dicha dinámica como tal. Dada esta condición podemos plantear lo
siguiente:
1. El
artista popular que es parte del movimiento estudiantil debe establecer su
posición al lado de las luchas estudiantiles y de lo que ello implique. En la
etapa actual el movimiento estudiantil se encuentra en proceso de articulación
y fortalecimiento, no obstante, aún es débil. El artista (estudiante - artista)
debe ser consciente de la realidad que lo rodea y por ende de la situación del
movimiento estudiantil y su papel debe estar en función de la difusión de estas
problemáticas mediante las expresiones artísticas que desarrolle, dando
propuestas, buscando promover la participación y el respaldo de las bases
estudiantiles. Al respecto, César Vallejo nos dice: “el espíritu revolucionario congénito del artista no puede eludir, como
esencia temática de sus creaciones, los problemas sociales, políticos y
económicos… la sensibilidad del artista, sensible por excelencia y por propia
definición, no puede sustraerse a ellos” (Vallejo César 1973: 122).
2. Debe
promover los principios clasistas y los principios de la universidad pública,
tales como la unidad en base a la lucha, la crítica y autocrítica, la
independencia de los estudiantes, la autonomía universitaria, el cogobierno, la
libertad de expresión y de pensamiento, la defensa y conquista de derechos y la
vinculación de la universidad con el pueblo.
El maestro Luis G. Lumbreras aporta: “bien hará la universidad en abandonar institucionalmente los claustros
y ligar su actividad con las masas” (Lumbreras Luis 2014: 17).
3. El
artista, como estudiante y como ser consciente de la problemática universitaria,
no niega su rol de movilizador y organizador, debe promover el fortalecimiento
del movimiento cultural universitario que pueda tener una respuesta contundente
ante la arremetida de los valores o planteamientos que atente contra la
organización estudiantil y popular. Veamos: “el arte no es un fin en sí mismo. Cuando la vida es poderosa no
convierte al arte en un ídolo si no en un arma para sí, para su crecimiento y
desarrollo” (Lunacharski Anatoli 1968: 83).
En ese sentido, el arte es un medio y no un fin en sí mismo. Como medio
debe servir para generar y fortalecer las formas de organización más elevadas.
4. Debe
luchar contra las formas artísticas y culturales que imperan en el ámbito
universitario y extrauniversitario que no corresponden a los valores culturales
del pueblo. “la mayor influencia de los
modelos culturales y valores morales proviene de los centros imperialistas,
cuyo camino de penetración comienza por la burguesía nativa, traspasa las capas
medias y con frecuencia, llega hasta las capas populares” (Domínguez José
2007: 25). Lo anteriormente citado puede aplicarse muy bien en lo referente al
arte, es necesario enarbolar la defensa del arte popular y de los elementos
democráticos, las ansias de progreso y los valores morales de los sectores
populares.
5. Al
ser un país retrasado económica y socialmente, subordinado a las potencias
extranjeras, es necesario que se eleven consignas nacionales y
antiimperialistas. En el plano artístico esto implica revalorar, defender,
reivindicar y desarrollar la cultura nacional, conociéndola, difundiéndola, y
dotándole de elementos que puedan contribuir en el proceso de concientización.
Asimismo, es necesario “conocer las
tradiciones populares de la costa, sierra y selva, fundamentalmente de las
clases populares del Perú y del mundo” (Acevedo David 2015: 12). Esta
premisa es indispensable para no caer en un chovinismo insensato que
políticamente hablado es sectarismo. El artista debe tomar los elementos
folklóricos como base de su trabajo para contribuir al desarrollo nacional y
que no excluya a otras expresiones que bien podrían ser útiles para un trabajo
popular, tanto dentro como fuera de la universidad.
Hasta
aquí se han dado algunos alcances generales del folklore, la cultura popular,
el arte, el artista y el papel que este cumple en el ámbito universitario para
aporte al movimiento popular mediante el movimiento universitario en general y
del movimiento estudiantil en específico.
BIBLIOGRAFÍA
ESTUDIOS
Arguedas Altamirano, José María Breve antología didáctica, Lima
1988.
Carlos Marx y Federico Engels Sobre la literatura y el arte, La Plata 1946.
Izúa Domínguez, José Arte
y cultura: raíces nacionales y asimilaciones, Lima 2007.
Lora Cam, José f. w. El
marxismo – leninismo – maoísmo, Lima 1975.
Lunacharski, Anatoli Vasilievich Las artes plásticas y la
política en la Rusia revolucionaria, Barcelona 1969.
Mariátegui, José Carlos El artista y la época, Lima 1959.
Morote Best, Efraín Pueblo
y universidad, Lima 1990.
Mill, Stuart Ensayo
sobre la libertad, Barcelona 2011.
Vallejo, César Abraham El arte y la revolución, Lima 1973.
REVISTAS
Y ENTREVISTAS
Acevedo David La
cultura y el papel del artista en la universidad. En: resplandores (Lima) nº
12. 2015.
Lumbreras, Luis Guillermo Cultura popular, modernidad y
universidad. En: revista peruana del pensamiento marxista (Lima) nº 2. 2014.
Morote Best, Efraín Cultura
popular, cultura andina y tradiciones populares. En: cambio (Lima) s/n 1987.
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