sábado, 10 de octubre de 2020

EL DERECHO A DISENTIR (sobre el Nobel a Vargas)

 A diez años de la premiación del novelista

EL DERECHO A DISENTIR (sobre el Nobel a Vargas)
Escribe: Jorge Luis Roncal
Se ha otorgado el Nobel a Vargas Llosa y de pronto se paralizó el mundo. Un esperable aluvión mediático inundó todos los espacios, contagiando incluso a quienes desde el radicalismo verbal hasta hace poco denostaban al novelista -con las excepciones que confirman la regla- y ahora le buscan tres pies al gato para subirse al carro. No se preocupen, al fondo hay sitio. Obviamente la mediocridad impresa en papel o amparada en la net aplaudió a rabiar la distinción. Y ya se alistan, como no podía ser de otra manera, para hacer cola, abrirse paso a codazos y empujones, y tomarse la foto de su vida con el Escribidor. Incluso quienes han criticado duramente el chauvinismo y todo tipo de patrioterismo muestran ahora un súbito sentimiento de orgullo nacional, casi casi a lo Polo Campos.
Bueno, hasta aquí, normal nomás. Pero de pronto resulta que quienes no comparten esta fiesta de la impostura son poco menos que traidores a la patria, terrucos, agentes de Castro o de Chávez. Por favor… Tranquilos, relájense, a qué viene ese ataque de intolerancia disfrazada de amor por las letras. Si les parece que la obra de Vargas es maciza, incuestionable, olvidando bodrios como Cuadernos de don Rigoberto, propuestas tendenciosas que falsifican los hechos como Historia de Mayta o La fiesta del chivo, o esa antología de ataques hepáticos que es El pez en el agua –revisen lo que escribió allí sobre el maestro Cornejo Polar–, y finalmente asumen que quien suscribió el Informe Uchuraccay está por encima del bien y el mal, está bien, es su derecho.
Tienen derecho a pasar por agua tibia lo que son hechos irrefutables: que Vargas se ha encumbrado en el campo de la cultura como un encarnizado defensor del criminal sistema de opresión que padecen millones de personas en el mundo, que los premios internacionales no solo responden a determinados intereses que trascienden los marcos literarios sino que poco o nada tienen que ver con el valor y trascendencia de una obra de arte, y que un ser humano, por fortuna, no puede ser partido como una naranja: por aquí el extraordinario novelista premiado con justicia y por allá el político errático a quien hay que disculparle sus vaivenes.
Pero no todos estamos obligados a bailar al son que nos toquen. Aquí, modestamente, pretendemos conservar la memoria y la capacidad de crítica sin hacer hígado. Y preferimos más bien persistir en la relectura democrática de la cultura, la sociedad y la política, aquella que ponga en su lugar a Pancho Izquierdo, Lucho Nieto, Julián Huanay, sólo por citar tres casos; fortalecert los espacios culturales de entraña democrática y popular; consolidar en todo el país el Gremio de Escritores del Perú, y hermanarnos con los destacamentos del pueblo que combaten en defensa de su dignidad; desarrollar la más amplia unidad con todos los trabajadores de la cultura y el arte; defender el lenguaje como la más alta creación de la humanidad y, por tanto, como terreno donde cristalizan las posibilidades de elevación espiritual de la inmensa mayoría, lo que significa no hacer concesiones al facilismo y la mediocridad, así como impedir que se violente el derecho al pensamiento crítico y a la imaginación creadora e insurgente; y, por supuesto, hacer del 2011, Año del Centenario de José María Arguedas, un año de fortaleza en la contienda por construir una situación histórica de plenitud humana.
Jorge Luis Roncal Rodríguez
. Editorial de Arteidea. Revista de Cultura. Nº 13, noviembre de 2010, pág. 2.
Caricatura de Jorge Restrepo.

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